martes, 19 de marzo de 2019

Agua humana



La oigo hablar en un idioma 
que nunca antes escuché,
su voz debe venir del verano o del río
o quizás de las profundidas del mar,
me admite en la mañana de fibra
cuando el amanecer esfuerza su atuendo
y dilata el cosmos en trinos y espesuras,
resonancia que llega con fuerza 
desde la mitad del infinito ,
soplo incólume fuera del tiempo,
más que de mí, es de la noche 
que escapan las palabras,  
mi corazón me dice que no es su voz
ni su lengua, ni el secreto el que me toca,
agua humana, su borde me repatria,
su borde de humedad o aire, 
con una sola sonrisa excita el viento 
que poliniza las mesetas planetarias,
invocación eufórica contra el olvido,
temperatura sobre el cauce,
sus ojos batallan como levadura
para transformar el simple grano,
no es posible crecer sino es brotando
y brotar es tener sus ojos de océano en frente,
en ellos aflora la libertad,
aquella que me permite entre otras,
detallar la exuberancia de su cintura
con la que me ciñe desde la calma del gavilán 
hasta las flageladas costas marinas,
el barro definitivo rueda en lo interminable,
ápice de sal prendida de los árboles,
puedo ver en su mirada como se abre el color de la vida,
amor colmado de frutos,
desde el naranjo espinoso hasta las fresas blancas,
los mejores hábitos terrestres aprenden de ella
como la pulpa del pacae que imita su piel,
impacto líquido con vestigio de arcilla
forja en mi el deseo de los pétalos. 

                               Imagen de Erica Craig














   




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