miércoles, 27 de febrero de 2019

Son y flujo



 

Los ojos del alba traen hilos dorados
movidos por el viento celeste,
la fronda progresa sobre el suelo
entre la cercanía y la consecuencia,
abandono la usual charla de lo frecuente
para poner ante mí lo que estaba lejos, 
me evaporo con los aromas de febrero,
al mismo tiempo que piso con pies de temporal,
aún queda algo de mí escribiendo, 
mis manos sudosas son inmensamente más pequeñas
que el corazón de son y flujo 
que aún algunos preservamos,
por eso no consiguen sostener
ni tu parte más mínima,
animosa rugiente que partes las piedras
y continuas viviendo como el agua
para la seca lengua exasperada del verano,
que vasto es tu mundo frente a mi voluntad extenuada,
rezumo aunque no sean todos, muchos años de brega
y tengo que aprender a convivir con el débil hospedaje del ahora,
tú no estás hecha sólo para poblar la tierra
sino para devolverle el amor perdido en un libro,
por eso eres exuberancia y en ti late la inmensidad,
por eso asentada en un trueno de agua y en todos los lados de la luz
debilitas la expresión de la noche
para separar de la tierra los granos del pan
con tu fuerte pelvis blanqueada de mil mares,
llevo en mis ojos al ave que levantó vuelo con el núcleo del universo,
levadura compacta en la que se extiende la raíz,
para aflorar has germinado, resuello en el que se cuece sencillez,
la mas llevadera realidad, el saco de galletas para mascotas,
sentidos seguros, la certeza del otro lado,
ante tí, yo sólo debo llegar y ser, incluirme en el desnudo aire,
en el comienzo inundado de la pluralidad del valle
pétalos coloreados en los que nos das la tierra
y nos salvas junto al poema. 



                                Foto en un distrito de Cañete, al sur de Lima


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