lunes, 25 de noviembre de 2013

The writer and the musician




Camino en andante sin arpegio, ni escalas,

algo de coloratura se va quedando en el camino

con las hojas muertas que los vientos dispersan,

parece que ya nada le ocurre a las melodías,

la batería dejó a otro tiempo los tresillos

el bajo acaricia todas las figuras de silencio

y las guitarras dejaron de acompañar los versos.

Un teclado solitario, un monitor de radiación baja,

un ratón con cola y sin orejas y un archivo más frágil

que mi memoria, todos estos de polietileno, 

son compañeros de quien ahora le ocurre todo,

vaya lío en el que se ha metido el escritor

todos quieren leer lo que nadie hubiese escrito

cuando todo ya está dicho en  todos los idiomas

y en la misma mente que desea novedad,

él también camina por calles repletas de vida

y si acaso se detiene en un paraje, es para impregnarse

y relatarlo de manera que quien lea, huela, oiga, vea,

le gustan pocas cosas, mirar el cielo nocturno y estrellado,

conocer la historia de sus antepasados, de Tacna le viene

al galgo aquello de la libertad, las fogatas bulliciosas de voces frescas,

una amistad especial a quien virtualmente entregó el corazón,

aquel que el músico heredara reconstruido por Dios,

ambos comparten el coro de la iglesia inevitablemente de acuerdo,

sería inexacto decir que llevan una relación discrepante,
al escritor le gusta tomar al toro por las astas sin ser tayrosmákhomai,

y leer los versos que la naturaleza pone en sus ojos limpios

cuánta vanidad en un solo escrito, piensa el escritor, y yo evoco el Gloria de Giombini,

quizás el destino de ambos sea perderse inevitablemente en un link del ciber espacio,

antes que un instante de mi se transfiera en el otro, he de quedar en el escritor.




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