domingo, 27 de agosto de 2017

Calor de sangre




El día se arroja a la sombra
despacio, despacio,casi en silencio, el día se arroja,
escucho a los grillos, a lo lejos
empeñados en secundar al segundero,
yo obstinado en la miel del cosmos,
en el sabor del agua y en la primitiva inocencia,
también ingiero el barroco belga.
¡Oh pizca de rocío!, tan limpia 
como el aliento de la menta,
sabes que no te puedo ver de cerca,
has desatado tus ojos
para que sople el viento,
Porque no te tuve, 
sé que eres la certeza que me implosiona
y lanza hasta la espina del alba,
hasta el constante cambio,
sólo de ti procedo y a ti llego,
mi felicidad no viene de la seguridad
sino de la verdad que se abre en mis dedos,
averíguame en mis manos
e irrúmpeme con tus labios terrestres
para aludir el olor del cielo,
el calor de la sangre,
el cuerpo es un escudo que agujereo
con la sutil saliva de la desnudez
sobre una sábana de hierbas,
tu piel esparce su caudal
en los gemidos de una luz rasgada
que abraza el cuerpo de la noche,
ni tú ni yo somos polvo que se hace polvo
mientras la ternura sea inmortal.















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