miércoles, 24 de julio de 2013

La oficina


Taza de café, de escritorio empapelado

por esperanzas caducadas, voluntades vencidas,

de ventanas abiertas y miradas perdidas

en monitores de radiación baja, como consciencias 

de un staff que continúa sin reparo menguando

el futuro en este mismo instante, total la cuenta

la pagamos todos,  hasta el que se rehúsa.

Escritorios agónicos copados de libros

de muchos autores desconocidos  o por desconocerse,

que más que lectura necesitan comprensión

que más que comprensión aplicarse,

y así se descubra  un tratadista

tematizando de leyes

con la autoridad que le dio

escudriñar en los vínculos  que se destejen cuando

se pierde el derecho a ser padre

y del hijo a tener uno,

a un ensalzador de infortunios que desarrolla

la ecuación de la vida insólita

que silencia la verdad

por monedas contantes y sonantes,

a un desconocedor de la exactitud 

aplicando matemática

en la cuenta crediticia que un banquero

tuvo a bien brindarle, abocar el alma al consumo

enseñándole al incauto a comerse el mañana

ahora mismo, sin más.

Apilado sobre la silla se conforma el paisaje

de una ordinaria oficina por unas horas

siniestras de sueldo asegurado,

a un Hipócrates moderno que hizo el juramento

de irse a la huelga con la salud del pueblo

mejor aún si hay muertos para el reproche,

a  un educando que recibe una escueta enseñanza

para  que le cueste más saber que una disfunción pedagógica

se adquiere con mas esfuerzo que una complicada información,

que  más da, si al regresar a casa a la mía a la tuya

me espera seguir empapelando los afectos

que desciende de una ilusión momentánea

de escuchar los gemidos que no son tuyos ni míos

en una cama que se avergüenza

de verte levantar cada mañana

como que aquí no hubiera pasado nada

nada,  absolutamente nada

y retomas esa maniática manera

de poner el café sobre el viejo escritorio

y pensar que me salvó el horario para marcharme

hasta el regreso rutinario de cada ingreso al recinto

donde me resigno a aguantarme a mí mismo

en una faena donde todos pagamos


y unos cuantos cobran.

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