
Con la puntería de mis latidos
me acerco a la conciencia
de no ser quien espera.
La oscuridad que examiné
ya no me concierne.
Salvajemente existo
en la punta de mis dedos,
con los que arrebato amaneceres,
que te aman
como cuentan los poemas,
pero también bárbaramente,
de una manera tremenda e indomable,
injustificada, atropelladamente confusa,

con la ligereza fiera del olfato,
sin tesis ni antítesis
sin pedir nada a cambio,
tramando en contra
de los vertiginosos
y claros ojos del destino,
te aman con instintivo reflejo
con el pulso e impulso lastimero
imprudente y desenvuelto,
transformando la realidad
en el clón de uno mismo,
abzurdamente sin pan, sin agua

como deudas,
a las que le añado
aquellos actos que son
un constante
careo con la muerte.
Salvajemente existo
en las grietas de mis labios
en las miradas equívocas,
en mis pasos despoblados,
en el frío invierno intolerante,
en los golpes que nos damos
en los fondos que acaricio,
en el aire que reclamo
dos veces cada cuatro segundos,

en la punta de mis dedos,
con los que arrebato amaneceres,
que te aman como cuentan los poemas,
pero también con clamores hacia el cielo
sumergiendo el alma en los ajustes
donde se recarga la alegría,
para ser hechos en la tierra.
¡Hermoso!
ResponderBorrargracias por el comentario Jazmín, bienvenida
BorrarUna maravilla, Alberto. Un gran placer leer tus versos.
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