miércoles, 26 de abril de 2017

Madrugada


La vida cambia de hombro,
naturaleza intraducible,
solo hay dos para llevarla 
en mi agitada sangre corre el fango,
el misterio de la vida y la caverna
donde fue enterrado el hombre,
el calor de la carga y el rocío del aire
zarandean el cuerpo que contemplas,
siento las subpartículas y el brote,
el brote pesa como el halo que llevas,
sopla entre las piernas la esencia y el verdor,
de lo amplio a lo ligero,
contraes el universo en tus entrañas,
extiendes el amor desde tus brazos
mientras tus manos anudan nuestros cuerpos
en la jugosidad de los labios,
su poder es capaz de inventar
sobre tu raíz una cintura intensa,
en tus ojos te veo desnuda,
miel a flor de piel, mirada tenaz,
donde se extingue mi idea,
el polen extravía su debilidad
cuando ayer le da la posta a hoy,
todos los lirios se te parecen,
el corazón sondea la boca,
indaga, pulsa, disuade, aguanta,
llega a la cima intrínseca, telúrica,
tu oscuridad huele a guayaba,
mujer pon a mi espalda esta marcha,
los reflejos miran de reojo,
silencian los orígenes anfibios,
escucho las heridas del tiempo,
el tiempo no existe, solo el tic tac,
uno tras otro caen desde las profundidades,
el gato bosteza arqueando el lomo,
palpo el cosmos que se alarga,
percibo con sorpresa la gravedad del pétalo,
aspiro los olores que se abrevian,
te instauras soberana de mi sostén
con las prados ácidos y los barrancos dulces
que manufacturó la expansión y las cuerdas
o el simple deseo de que así fuese,
con los zarpazos de lengua y de paciencia, 
oh tu sustancia tersa,
como el cielo de madrugada
o la hazaña inmortal.










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