Tú, ternura miel de la noche
abrasa con tus brillantes cirios de amor
los bosques apagados que gimen,
abrevia los dilatados abismos
con la ígnea fogata de tus ojos,
protégeme de mi, que me acecha,
con tus hombros que aprietan
las fibras blancas del pecho,
insondable resuello del suelo
hasta que se resbale
la azul persiana del cielo.
¿Qué mano eterna forjó tu alma
he hizo palpitar tu corazón,
desde que astro te lanzó cual saeta
hacia el mío? Mujer otoño,
sonríe al contemplar tu obra,
oh flor dulce, di el silencio
mas puro, mas quieto, mas intenso
con el resplandor de tus ojos,
disemina tu rocío de réplicas auto semejantes
sobre la vibración espiral que brinca sobre las cosas,
soy yo esto que se arroja, que crepita, que tolera,
que bebe del sol, de la lluvia, del piso
¡Oh! cosmos imprescindible para continuar vivo,
ábrete como la flor desde el centro de la tierra
en donde habita la inmortalidad,
expándeme desde las estrellas hasta el confín de tus labios
y ahí encontrémonos con la eternidad de nuevo
desde dentro, desde fuera.
Me alegra leer tus bellos versos, Alberto, un buen comienzo de día, de semana y de mes. ¿Qué más pedirle al viento? Si los ecos de las palabras arrancan nuestras sonrisas. Fuerte abrazo.
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