Cerca del espacio,
en las distancias concretas,
espacios como tales,
va el tiempo contándonos cuentos
por partículas, contándonos leyendas como ondas,
que se llegan a oír,
pero también guardan cautamente el silencio infinito
de tu carga mínima de electricidad negativa,
de tu mecánica a cuantos,
a ratos constantes, potente concebida, entre el máximo
y su antítesis, lejos del caudal al que apelas,
este patrón que interfiere y le gusta repetir
su superposición, desde el orden de la acción constante.
Campos continuos por crearse y destruirse.
Cuando se invierte la polaridad en resonancia,
se invierte el sentido del tiempo,
sin cuenta regresiva,
distancias discretas de tanto y cuanto,
inseparable aniquilación mutua,
de lo que está.
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