Llevo varias horas
sentado frente al monitor tratando denodadamente de hacer una introspección en
la conciencia para que no sea en vano el sacrificio de muchos semejantes, para
poder escribir estas líneas y ser justo en la ficción de la palabra. No pretendo cambiar el mundo, pero tengo
claro que no necesitamos de placas diplomáticas ni de cuotas de poder para hacer
más justas las relaciones como especie, y porque no con nuestros hermanos los
animales a los que llamamos ilusamente irracionales, pero nos demuestran
acertadamente que sus relaciones son equilibradas con su naturaleza y entorno. Mientras nuestro ego nos ciegue ante la
realidad y nos haga creer que está bien como estamos ahora, nada tendrá
sentido.
Se han probado
muchos sistemas organizativos para la sociedad y entre intento e intento
ninguna funcionó, porque las variables no se operaron correctamente, ni se
plantearon las ecuaciones con todas sus incógnitas a despejar. Tengo un indicio
preocupante, los grupos de poder creyeron y aún siguen creyendo que nuestro
mundo no tiene solución, y ante esta hipótesis decidieron poner sobre nuestras
cabezas la Base Internacional, una especie de arca de Noé futurista, donde se
realizan las investigaciones y adecuaciones de la supervivencia humana más allá
de nuestro suelo. Pregunto ahora ¿y qué
de nosotros? ¿Estaremos en la lista de elegidos para habitar la base
internacional? Conocemos la respuesta y
mientras nos alienan con el consumismo, con esperanzas inciertas, con migajas,
con miseria, se lleva a cabo en nuestras narices la exploración espacial cuyo
costo lo pagamos todos, de muchas maneras, pero ninguna nos hace menos
miserable la vida, no podemos ser felices porque no se trata de tener una
pareja a la que se le pueda dar ternura, ni el alimento de todos los días que
sacie nuestras necesidades, ni algunos derechos en camino a ser respetados, se
trata de nosotros mismos, de cómo somos capaces de revertir lo que nos agobia
desde el inicio de los tiempos.
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