En la noche llegaste
cuando mis entrañas ardían,
corazón, ombligo cósmico de sol
traspasando el verdor del mundo
con el solo rayo de tu mirada celestial
somos íntimos en tus sueños y en los míos
cada vez que sopla el aire frío
en nuestra tez ruborizada
que nos moja desde la punta de los pelos
hasta las raíces profundas del alma,
cuando el tiempo y el espacio
simplemente laten en frecuencias
e intensidades unísonas.
Somos íntimos cuando el trino del pájaro
nos muestra cómo afinar la vida
y en las rodillas sostenemos plegarias
desde que nacimos y morimos,
cada vez que el trigo se sirve en nuestras
mesas
y el vino deja de serlo para decir que vino.
Somos íntimos al borde del precipicio
desde el principio hasta la abundancia,
cuando vemos nuestras sombras
y en un distorsionado manantial
surcamos delicadamente nuestros mares.
Somos íntimos al levantar la mirada
y encontrarnos en la mitad de la luna
alumbrada, en la estrella que nos señala
ese es nuestro modo y así lo queremos.
¡Somos
íntimos!
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