sábado, 4 de enero de 2014

Con la suavidad de su abundancia


 


Que me bese con el calor de sus versos

con los besos de su boca, con sus ojos

color  miel y su mirar de instancia azucarada,

con sus caricias de alegre céfiro

de presencia y constancia.

Con la tenacidad de sus perfumes,

y la suavidad de su abundancia

con su contorno descarnado,

y el auxilio de su intimidad,

que me bese desde el ocaso

hasta inventar el amanecer,

con la facundia del compensar,

con el fervor de las manos en faena

el sudor  de su andar

y la rebeldía de su piel,

con el porte de su fábula

con todito su ser y

la sencillez de su estar,

que me bese con sus besos

facultativos e ineludibles

su naturaleza innegable

y  su ofrenda oportuna

un rato antes de la una,

con el riesgo y la fortuna,

el florecimiento y la libertad,

con las huellas tras el rebaño

y  las mejillas de blancas rosas,

con templada amistad

todos los días del año,

que me bese con el género

y el número,  la siembra y la siega

la abreviatura y la puntuación

la tilde y el texto musical,

con ardor y en secreto,

las risas del verano

y el verdor primaveral,

como los lirios entre los cardos

con el paradigma de la tolerancia sideral.







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