El tiempo es un conjunto,
sino una circunferencia
o una pelota que se dibuja
en el aire con los dedos
de crema de leche
hasta que se apagua la orquesta
en los oídos de nadie,
puede que solo sea una fiebre,
haciendo variaciones sobre ningún tema
o que sea yo mismo,
acelerando las partículas mínimas,
ionizadas en tus hombros
por una descarga de lúcuma,
creo que el tiempo no existe
y es lo mismo que el espacio
que tiene una importancia absoluta,
cuando la luna que hoy es una parte
le dice al resto del cosmos
acábense los unos a los otros
como nos acabará la noche infinita
en una jarra con agua hirviendo
y tres hojas de guanábana,
el tiempo te muestra el camino
cuando te lo acaba de quitar,
te deja perplejo mirando
una lluvia de Rosas y Martines,
liofilizados en trescientos sesenta grados,
ciento ochenta días y una sonrisa
de tres leches con canela en polvo,
el tiempo resulta de la suma
de una catarsis y ungüento chino,
claro, tendrá que llevar díeresis,
y una joroba para que sea creible,
y como si fuera poco
él ya partió hace mucho
y uno, sólo tiene la luz para alcanzarlo,
puede que el tiempo sea
la misma rosa que vió Cervantes
con unos ojos andaluces
aunque sean castellanos,
al otro lado del charco
de mariposas y abedules,
o simplemente no sea
una madrugada de párpados abiertos
o las veintidós y treinta,
de venas abiertas,
exactamente la hora antibíotica.
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