
Llevo por la sangre un mundo
que se vuelve ajeno,
portátil, capcioso, argamasa
nunca termina de dibujar
la palabra precisa en la cara.
Me cuesta tanto respirar
la predestinación de mis manos,
dedos cerrados al rojo vivo

¡quién sabe quién hace algo aquí!
estrépito de la carne, lengua tórrida,
¿a quien se le ocurre
encerrar el deseo en un sonido,
en la sombra amputada del sol,
en los ojos cerrados de un tordo,
en la acelarada combustión?
vivo al día descubriendo
la resonancia de cada cuerpo

mientras camino por ellos,
quiero asearme el estómago
de cenas metafísicas,
que inflan los restos

que penden de un suspiro,
¿estás aquí para aceptarte
por qué no hay otro modo?
¿y sí lo hay, soy yo el hecho,
el que puede arrancar al futuro
un extracto de hojas de lumbre,
para ser bebido por las bocas
de un horizonte elástico,
que palpita al son de las estrellas
que se estrellan en un manto de smog?
Pupilas en busca insesante
de la mama de una madre,
sumergidas en un mar de algodón,

que ya no es madre ni naturaleza,
solo unas pupilas de un planeta
que van en busca de otro.
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