De rostro al crepúsculo,
concentrado, en diálogo
con los tenues astros palpitantes,
sobre el agua casi violácea
de los rincones remotos,
hay algo que es verdad
y no es la noche,
concreto en forma
danzante en anhelos.
he de llamar a tu puerta
con mi sangre pulsante
a veces espantada,
por las hojuelas de pergamino.
en mi playa cósmica,
con matices extenuados,
en un constante alisar
para volver a dibujar
toda su hermosura,
con la que las sombras se desangran
donde cada secreción deja
la huella de su ornamento,
todas la flores caben en él.
La orilla se tizna
con la osamenta de conchas negras
reducidas tan finamente a polvo
que se escapan de las manos
como el agua inaudible.
Maravilloso es, en la diversidad
de aquellas aguas, hallar la vida
en todas partes,silabeante, retoñando,
curvada, perenne yerro entre
lo que es de la planta y es del animal,
crece la poesía como el dolor,
cual sería la tarea sino contemplar
nuestros propios relieves,
que según las horas se tiñen
de azafrán, de añil, de púrpura,
he de llamar a tu puerta
con mis manos hambrientas
ningún símbolo se ajusta a la idea
de mujer mas que la sed que llevo,
de boca pegado a ti para arrancar
un sonido a tus entrañas.
.
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