De tanto tener que cazar el rumbo.
para adelanterme a los cursos opuestos,
voz de llamada ancestral,
Voy masticando mi fatiga sin hablar
de los gestos puritanos,
boca con sabor a fresas con leche,
sin la sonrisa que atenua.
Lentas noches desprendidas del cielo
estiradas por el silencio opaco
de una calle sin sueño, ni dueño,
arropado con el vestido
que no huele a artificio,
con el sol incerto en la piel,
tengo que admitir que ya no está,
sin embargo clamo que no se vaya,
el rumor me abandona incinerando
las palabras qué quién mas que yo diría,
soy, de tanto ser la noche que espera,
una ostra ahumada por el destino inédito,
inmerso como parte inseparable de las sombras
que danzan el enojo sin que sepan a ti,
boca fría de la noche, beso solitario,
tengo que admitir que ya no está
sin embargo clamo que no se vaya,
intrincados en los suburbios
de las horas veraniegas
retumbando, donde había que detenerse,
gemido cobalto del agua,
pluma al compas de los acontecimientos,
Dios se queda en casa,
tengo el cometido de tropezar aquí,
puede brotar aún algo más íntegro,
acaso más honesto de lo que tantas veces
ha dejado de serlo por hablarse demasiado,
el mar empieza a mirar a todos sus muertos,
yo soñaba con una revolución distinta.
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