El ventarrón tiene tufo a mar
con polvillo de cordillera,
desbordándose por todas
las esquinas del paisaje,
y tú, arcilla, vid
orbe, permanencia
derramándose por los
recodos de mi vida.
Dejo de bucear
en la valija de los retazos
para oír en tu voz
el amanecer atrevido
del corazón total y las misteriosas
oportunidades donde se rompe
la apatía y explotan los últimos
destellantes trechos del camino.
Hay frutas en las manos,
y un hervidero alrededor de ellas,
liberando la garganta de cuerdas tensas
en flujo con voces de abundancia
que irrigan cada pedazo de mi barro.
Olor a mar a huerto a hombre
a mujer a boca ígnea,
examíname con tus ojos noctámbulo,
ahora que vengo llegando.
Preciosas letras
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