Soy el viento diurno que revuelve
el firmamento y canta,
luego de tiritar con los astros de la noche,
a pesar de todo, hogaza
que amanece, no sé si como siempre,
simplemente una pizca al oeste del sur,
pronóstico y fuga, retroceso del dolor,
una espera en sueños bronceados,
bajo cualquier nube
dentro de la fiebre de primavera,
inserto en le estrépito,
bordador de los aminores,
el sin embargo te quiero,
aquella ave de paso sedimentada.
Soy el niño que fui
sobre tantos desechos,
todavía un trocito de miedo,
una mirada que indaga,
corazón que busca,
un rastro de fe en la urbe,
las huellas del horror
fatigadas de tránsitos.
Soy la brisa que quiere decirte al oído,
uno del tropel que inunda la calle,
tolerancia constante.
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