Mis manos no te encarcelan
y las tuyas me liberan
con el relámpago de tu vida.
Hoy no sé si es domingo,
aunque eres mañana
asomando por la ventana,
con el cielo y el sol desprendido.
Tus ojos penetraron,
y hallé un lugar donde el salario
no es el temor, ni el usuario
un poeta descarnado,
donde el origen quedó sin titubeos.
Los relojes no marcaron nuestros pulsos,
ni la salobridad cubrió los cuerpos.
Hicimos un espacio donde habita
la hogaza sin zozobra,
somos el jugo de la vid
destilada gota a gota
sin atenuantes ni ocasos.
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