Aquella pradera
que el sol no abandona,
donde los perfumes se encuentran de paso,
sube de rato a rato
una florcilla ataviada
con agua y perspectiva,
lleva las ofrendas del universo,
barro de alturas capullo encarnado,
hierba de espesura,
refinada raíz, ensalmo de alegría,
fue como nunca y siempre,
allí donde no se prorroga nada,
sin que te toque el viento,
la larga noche o el radiante amanecer,
tan solo la mano de lodo de la misma tierra,
y la fuerza de los trigales y las vides,
la yema que madura escuchando
correr el agua pura, donde se formaron tus ojos,
y tu andar hecho para mi en el confín,
mi corazón resistió aludiendo tu boca,
necesitando tus labios.
Precioso y delicada descripción. Gracias por compartir.
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