
Para no abrigar
en las manos la hora muerta,
es que se dieron los segundos,
por donde me fugo
al momento donde el hombre
te tañe con su conciencia,
por en medio de esos pilares
donde la inocencia es clara sabiduria,
mujer completa, no te vayas aún,
con la brillantez y el barro amasado,
te conozco espléndida y salvaje,
pureza carnal, jade candente,

artesana de las lunas llenas,
de los vientos y la franqueza,
impulso con olor a mar,
llevada más a esto que aquello,
pregona en silencio la delicada
calidad de su artesanía
más allá de las murallas de la ciudad,
en un color difícil conduce
la simpleza de verse a sí
como mujer, como mundo poblado,
sale de un tráfico sin riesgos,
para aceptar otro,
el de la demostración de cada quien
entre su imágen real y la reverberada,

por las rutas de mi sangre
hasta despeñarte como violeta
en un rincón de la noche
y mi corazón asombrado.
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