Me envuelve con su alma blanca,
nada más exige el deseo expreso
de sus ojos claros,
danza de gloria
nada más quiero
que este encuentro
ralentizado y preciso
entre las bocas,
me perfila una sonrisa
y abrasa con ensueño,
no es ni la primera
ni la última hora del día,
marejada de entusiasmo
coloquio de formas confesas
estación de curvas y declines
silencio obediente
mora afuera y dentro,
la fraternidad radica en ocultar,
en honrar la brevedad del otro
en aceptar que es así como precisa,
tal
vez cubrirlo con nuestras reservas,
consentir que ella nos envuelva
o nos devuelva
a la danza de los anillos.
No siempre se puede consolidar
una buena amistad
con el mutismo oportuno
pero puede ayudar
a apreciarnos como somos.
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