Por encima
de los recintos calados
encallados en la superficie atomizada,
hálito de la tierra y el mar
constelación de los sacrificios
montañas de videncia órfica,
en honor a la verdad
en una mirada intemporal,
diáfana fijeza que miraba con mirar
apartado de lo mineral,
de lo vegetal, de lo animal.
El presente es todo lo que tengo
sentimiento liberador
de tanto impeler el rumbo
contra la corriente y las
esponjas de carne,
sol insertado
en la piel
con huellas eruptivas antiguas
vestida de ostras ahumadas y tiernas.
Imitar a Cristo es un anhelo longevo;
sin embargo, la instrucción espartana de
hoy
sin Leónidas ni héroes
sabedora de lo que reclaman los tiempos
perpetua caída sin caer,
quien más sabe hará menos
por el semejante de los caminos
desfondados en la primera llovizna,
luego nos arreglarnos
de cualquier manera,
mezcla en tus tubos el aire
de nuestras respiraciones
midiendo los últimos tramos
de los intervalos de la disparidad,
el viento trae olor a infinito con sal,
iba a decir algo que recorría
desgarramientos y vértigos
y no se pudo colocar ni una expresión
en aquella avalancha de silencio,
vuelan escamas de óleo por el espacio
atrapado entre el ayer y el mañana,
rastros frescos de esplendoroso verdor
de donde en la edénica desnudez surge
la pacificación de los sentidos,
jubiloso y enternecedor sosiego
eternamente repetido, de la pureza
del hombre y la mujer ante la culpa.
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