Espíritu bardo, atento,
al recóndito cielo,
a los cautos vencedores,
a los cuatro vientos,
a los siete días,
para saber serlo.
Hay épocas que no se hacen
para los hombres tiernos
acariciados de otros días,
como si hubiesen llegado.
Dejar de lado, no es triunfo
sobre absolutamente nada,
al templo para dar gracias
por llevar todavía
la vida a cuestas,
de la materia misma,
tú sabes los ocultos
vericuetos del alma,
regresar a la orilla
cuando es hora de hacerlo.
Danzante de tijeras levitando
endemoniado, alguien parte
con nueve campases de retraso
en un deslucido lienzo de tarde.
No digas que hice algo
porque no estoy de acuerdo,
Luperca todos los caminos
conducen a tus senos.
Piedra con claridad de tus ojos
y en los míos te miras
ostentamos un natural atuendo.
A veces es necesario habitar el tedio
para despedirse de aquel lugar,
de la trágica servidumbre
de la fuerza de la costumbre.
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