¿Para nuestro paisaje
habrá fallecido el riesgo?
Vira la noche sobre
sus recónditos anillos.
La distancia es de naranja y guayaba
el firmamento de porcelana,
el barullo del mar y del viento
mi silencio de redonda.
Debo seguir soñando
en alguna parte,
tal vez donde esos dos árboles
revolvieron sus raíces
y reunieron sus ramas
para alcanzarse la flor.
Mi amor, si, mi amor,
tus manos hoy se cerraron
en puños delicados, secretos,
en batido de fresa
el viento que viene del mar
me toma los últimos pelos,
esa mecha obstinada
que quiere danzar.
Aún el sol caliente
gobierna mi fatigado viaje
ahora las olas besan sin violencia
las piedras de la orilla,
se hunden en el cielo las gaviotas
y con un grito de valor
desaparecen en el mar.
Mientras yo sigo revoloteando
en una tarde rojiza
entre los ojos del agua
y quien me enseñó
a ver el fondo del mar,
tus sueños enrollan su sino
enmudeciendo el retiro.
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