Es casi de noche,
las sombras se inventan,

comienzan a decolorar los perfiles,
la luz se intimida

navega en mi océano,
la flor repentina de la sangre
sigilosa, se mueve conmigo.
El ruido quieto en mi oido.
El buril no quiere mas huecos.
En la orilla, mi inocencia
absorbe el rostro de mi padre.
Qué agradable es quedarse callado
mientras me despojo de todo.
y vuelvo los ojos enteros
ahí donde estas parada,
agrupando la luz del mundo,
aguardando todas mis aguas.
Enredado en sus certezas,
es mía la primera alabanza.

Creo en tí, amor,
en la elocuencia del silencio.
cuando de una de las riberas
vuelve a centellar
su niña de ojos viajeros.
Se ha aclarado el monte.
Qué bello es prolongarse
para tocar la flor silvestre,
con sus pétalos añiles,
y sus manos siempre extendidas,
envidia del cinturón de Orión.
Con el linfa, las estrellas
imaginan y lloran.
Amor, has llegado sin carne
tantas veces, como el firmamento
cae en las hebras del hombre.
Imágenes y algunos versos por Marian,
gracias por estar
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