Ella puso sus manos en la poesía,
y extenuó al silencio,
humedeció los versos
con miel y sal de sus poros,
rechinó los dientes cuando abrió
chispazos de cerezas y pimientos,
de tantos, un olvido mas que un mirar,
cosechas de paisajes, olores,
coincidencias y polvo cósmico,
pinceles de caminos escondidos
en el inmediato resplandor de un vistazo,
como el planeta que permite.
Ella puso sus brazos en la poesía
y me sujetó a la raíz de su pecho
como la luna al mar,
como el viento a las alas.
Ella puso su corazón en la poesía
y me camina con sus dedos
describiendo a tactos
la capacidad que tiene el fuego
de ser el baile que nos guisa.
y nos mantiene advertidos.
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