Suave perfume de flor prematura
una noche de julio y sonreía
Lo reconocí a la hora de la cena
en la manera de partir el pan,
es mía la ingenuidad y el agua a beber,
la manera de encontrar la comida y el beso.
El sauce de la ribera y el gesto es tuyo,
tengo el aliento resistente
saltando por encima de la noche,
cada vez menos mío que nuestro.
acompásate con el golpe de los relojes,
es en espiral el programa,
el programador en el centro del reflejo.
Cómo entrabas por las aberturas diminutas,
todos los días una raya de partida y de llegada,
venías sigilosa y enmudecida,
tu rostro acude a mí , no porque lo vea,
si no porque cierro los ojos
y la imaginación exige más que los
sentidos,
misterios de una playa a media luz.
El viejo mundo se apaga y el nuevo viene de
ahí,
débil, suspendido en el magma frío,
rumores de tibia sombra.
Se escuchan en el silencio el acento
mediador,
con tus pechos con jugo de naranjas,
contorno azucarado y feroz,
las horas maduran en ti desde hace años,
por la escalera de servicio bajan los
recuerdos
pequeños gruñidos y la sorpresa,
olor a solvente y fritura,
mariposas pintadas con las cerdas de la
mañana
acaso la próxima será la buena,
cuídate de las palabras hermosas
de los mundos mejores creados por ellas,
la tierra prometida es de carne y hueso
chocando con mi rostro peculiar de cada
día,
emparedados de descargas, lijas de acero,
estos ojos míos fijados en los tuyos,
en las tiendas del amor con fresco perejil
y mis garabatos por las dudas.
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