Los acordes se soltaban
uno tras otro, de un cautiverio
de tiempos áridos y anhelos perentorios,
esparciéndose en el aire a pedazos,
algunas gotas febriles de finales de julio
reducían la pieza donde empecé a soñar,
las triadas mayores se entretejen con las
menores
sin llegar a ser la trenza francesa
que estira la piel del rostro
mostrando un fragmento de la mañana,
mientras el resplandor desdibujaba tu perfil?
Pero cuando suenan los menores,
un terremoto estático separa la tarde del día,
la misma calle que va, viene,
dejando un retablo de buganvilias,
y un retorno inodoro, con las figuras
del campo sobre el cielo,
ahí viene una séptima que baja por las
escaleras
cansada de la orilla donde duerme la vida,
con un ritmo que sin ser africano, tampoco
es andino,
hay una negra con corcheas y algunos
silencios de ella,
hay dos negras, una blanca, buscando su destino.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario