No es que no sepa qué hacer
con este mundo de charadas vivas,
son tardes de julio agostado
que me ven pasar y admiten
esto cuando lo hacen.
Estoy en el balcón lidiando
con el lado oscuro de la luna,
y esta mirada que fue mía
es ahora oceánica,
asimilando la pena con duros dolores
que se cuela en las vueltas del viento
y deja huellas para siempre.
Si quieres descubrirme
o como la de los pergaminos,
como Carrión a la verruga,
ni como los peruanos a la democracia,
pequeños cerillos de fósforo
encendiendo la pradera,
se fueron los camélidos a las alturas
los cerros bajando a la mar,
enormes puentes entre nosotros
todos con óxido de hierro,
sus ojos aún no están descubiertos
apenas ven por las rendijas,
el diluvio enfrasca las esencias
y las sella al vacío del silencio.
Si me quieres descubrir,
que no sea como la ceguera a Borges
ni como el capitán a sus versos
o las jornadas con pocos,
y otros cuentos
ni tan cariñosos, ni tan duros.
Que no sea como la escopeta
del viejo y el mar tan lejano de pronto,
ímpetu primitivo y cibernético,
pero menos como Wall Street al hombre,
o el monte con rasgos de sangres,
o todos los pequeños al hambre,
o el cuerpo de paz a la industria de la
muerte,
cuando el desierto llora su esperanza.
Si me quieres descubrir
que sea como despancas al maíz
como abres un libro prohibido,
o escuchas la canción de un gitano,
y danzas mujer con el caballo de paso,
mira, si me descubres
y el precio es un manotazo
entre las letras que se ordenan
para que leas cómo es que quiero,
como el niño a su escudero
huyendo del tumulto.
Si me quieres descubrir
en la entrega sin reembolso
en la libertad de los esclavos
en las manos atadas y clavadas
en las ausencias frágiles del tiempo
a tientas en la intimidad del orbe,
los ojos donde te miras
son ojos porque te ven,
en el escrito del presente
en el salvaje delirio del instante.
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