Cuantas veces me sumí,
llegué al cabo de un remiendo,
con la barba plateada
los terceros, los ajenos, los cercanos.
Aun me reconozco,
rehago la fruta arrugada
por sendas prestas
otoños de Vivaldi y sudores
tantas veces, tantos,
y descendí
por vías,
demoro los trancos,
en las aflicciones repentinas
la suerte se lee en la ventana
que cada uno tiene en frente
que aún tienen las calles,
aquí pasó lo de siempre
muda tonada de ofidio,
mermeladas multicolores,
desde muy lejos los olores
me escuchan con evidente contento
y la dieta efímera, discreta
llega al estómago cansado de todo,
hoy justo ando titereteado
por
los escuetos rayos del sol
como desahuciado
que quiere verlo todo
respirar tu aliento y el viento
ponerlo bajo el brazo
mientras me miras con tus
ojos de cielo alborotado,
entonces me emociono.