¡Oh cuánta falta de calor!
quién se viese presto,
negras noches sin luna
pero ninguno se dormía,
tus ojos me recuerdan
la voluntad de la tierra
que da sus frutos para todos,
cuando nadie quiere ser río.
Me siento no de sentarse
sino de sentir, lleno de palabras
impronunciables,
la
aventura equivale a descender
al mismísimo mundo
donde nadie ama las hojas verdes,
el rostro de la compañera
en la calle solitaria,
ni la tribu morada de la playa,
ni las manzanas picantes
levemente mordidas
el hombre tan inerme como siempre,
sobre el resquemor edifica
la teoría,
la práctica es otra muy distinta,
discursos, reconvenciones,
advertencias, violencia.
La carta del nuevo poeta
conoce el misterio de la espiga
el grito de un parido se escucha
en los lugares comunes
y
extraordinarios, el amor está
en las tierras áridas donde se confrontan
las serpientes del hambre
bajo el taparrabo diminuto
de los habitantes del bosque,
en los pies del caminante,
en el clamor de los millones
de moribundos suspendidos
pero no de su moribundez
sino en la era digital.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario